viernes, 28 de noviembre de 2008

Gracias


Gracias from aramis franco on Vimeo.

Gracias amigos, muchas gracias.

martes, 11 de noviembre de 2008

Diabetes

El día que Barack Obama ganó

Ruy Alfonso Franco

Aquí en atención a las circunstancias,
aquí la noche infinita que no duerme,
aquí olvidé lo que me desconcertaba,
aquí vuelvo a estar ausente.

Aquí seguro de hacer lo incorrecto,
aquí porque no hay suficientes pruebas,
aquí como un inválido en el desierto,
aquí me quedo,
aquí con ella.
(Aquí, Enrique Búnbury)

Como otras muchas fechas que guardamos indelebles en nuestra memoria, así recordaré el día que un negro ganó la presidencia de los Estados Unidos. Aunque no fue solamente por eso que lo recordaré: esa noche el secretario de gobernación, Juan Camilo Mouriño, murió al desplomarse el avión en que viajaba… Ora que, la verdad, más bien lo recordaré porque con ese día llevaba ya cuatro con un asesino dolor de cabeza que me hacía odiar mi existencia.

Pero aun así no dejé de sonreír cuando a TV Azteca se le fue las patas al no enlazarse inmediatamente al siniestro del oscuro secretario de gobernación, el gran cuate de Felipe Calderón que en su funeral lo elevó al grado de héroe nacional (¡jajajajaja!) y Televisa materialmente se comió el mandado durante casi tres horas de crónicas en vivo desde el lugar de los hechos y entrevistas telefónicas con autoridades que daban notas minuto a minuto bajo la batuta de Carlos Loret de Mola, acompañado por Adela Micha y un inusitado “reportero” que reportó eficaz: Marcelo Ebrard, jefe del gobierno mexiquense, utilizando de plano el argot periodístico para relatar los sucesos sucintamente.

La cosa es que las dos televisoras tenían ya el propósito de anunciar con lujo de detalles el cotejo electoral entre John McCain y Barack Obama, por lo que habían anunciado el evento a cargo de las estrellas noticiosas de cada estación, como siempre con un despliegue espectacular y comercial de reporteros y comentaristas al calce. Pero, azotó la nave de Mouriño y Televisa, con el colmillo de casi 60 años de trasmisiones, modificó sus planes inmediatamente y cubrió efectivamente el deceso del funcionario, el segundo a bordo del gobierno mexicano. Y TV Azteca, como nunca, mostró su superficialidad y sometimiento a los designios del vecino país, más que del propio. Qué bola de asnos.

Echado en la cama, deseando estar borracho, escuchaba la televisión más que verla y pensaba tal vez como muchos, en las tropelías que Juan Camilo hizo contra el pueblo mexicano al aprovechar sus puestos en el gobierno de Vicente Fox y ahora de Calderón para hacer pingües negocios particulares, según denuncia de algunas publicaciones del país y que Calderón desechó en su discurso fúnebre al considerar a Mouriño como “víctima de calumnias”, para luego ensalzarlo y hacernos pensar que si el españolito era tan bueno, pos mejor hubiera sido presidente de la República el muerto y no Calderón.

En tanto yo hacía cálculos dolorosos de qué me estaba fallando en los nueve medicamentos que consumo a diario para mantenerme con vida, cinco de ellos obligatorios:

Glibenclamida para el azúcar, cuatro al día; Metformina para el azúcar, dos; Bezafibrato para las grasas, dos; Enalapril para la hipertensión, cuatro; y Complejo B para la circulación, una; Ranitidina para cuando sienta que me estalla el estómago por tanto medicamento, una antes de cada comida; Diclofenaco para el dolor de mi quinta vértebra aplastada por un disco, una diaria y hasta dos si siento amar a Dios —pero que yo evado hasta donde puedo para evitar que esta pastilla me dañe los riñones—; y un par de aspirinas regularmente para intentar combatir este pinche dolor de cabeza que me acompaña por las mañanas al levantarme y por las tardes al anochecer.

Y todavía más, mi pobre Marie intentando paliar mis males me da a tomar recientemente ocho gotas de Tronadora (la hierba tecoma stans) y tres pastillas de Magno cardio (un comprimido con ajo, alpiste, Hierba de sapo, Neem, Omega 3-6, semilla de uva y Cuachalalate) después de cada comida, contra los efectos que provoca la insuficiencia de insulina: fatiga permanente, sueño, exceso de orina, deshidratación, dolor de huesos y mareos, que con la presión alta todo se intensifica ante la mala circulación, propensión cardiaca y la inevitable baja de defensas que te tumban a la menor gripe. Todo en paquete, más el trauma depresivo al estar luchando minuto a minuto por vivir normalmente y no conseguirlo.

¿A qué le sabrían sus noches si tuviera que levantarse cada hora al baño, por muy dormido que esté, con los riñones adoloridos, los huesos atropellados, calambres ocasionales, ahogos que te ponen morado y a la familia en alerta, y una maldición entre los dientes por no atinarle a la tasa porque estás apendejado y ya sólo quieres morirte de una puta vez? Al día siguiente no puedes ni levantarte, no quieres ver a nadie, no quieres mirar la vida seguir; has perdido todo aliciente, todo te da igual. Y te haces ovillo rogando dormir un par de horas —que no consigues—, mandando al cuerno lo que te sobra, que a estas alturas será todo. Cuando por fin te levantas intentas cumplir tu rol, pero ya lo haces tan mal que a todos quedas a deber y vuelves a hacerte bola, y corres a casa a meterte en tu hoyo, sin desear salir de él. Te sientes como el hombre mosca, todo te altera: un portazo, alguien hablando alto, una mala noticia, la escena aquella del comercial aquél, la canción que ahora se magnifica, una foto, un olor; si te hablan, si no; y lloras. Puta, como lloras, y haces recuentos de vida, de tus ausencias, de tus ausentes, y te sientes más solo que el abandonado, que el sentenciado frente a la horca. Y dices, no, ya estuvo, pero te faltan fuerzas o agallas…

Y no quieres saber ya nada, qué más da; sólo miras atrás y cuentas: 15 años sabiéndote parte de las estadísticas. ‘Uta. Y vuelve ese dolor de cabeza, carajo.

Sí, lo recuerdo bien, el día que Barack Obama ganó, yo me sentía de la chingada.

Aquí no hay nadie a quien seguir,
aquí que nadie es un huésped fijo,
aquí sigo viviendo bien sin mí,
aquí sólo quiero estar contigo.
(Aquí, Enrique Búnbury, Hellville de Luxe)