jueves, 8 de mayo de 2008

Este pinche don que Dios me dio

Ruy Alfonso Franco

La patrona de mi prima el Nano no sabe qué hacer con ese pinche don: “Ay, Nanito, hasta miedo me da, te lo juro”, pues asegura que es una bruja perrona. Aunque los vecinos de la Machado dicen que más bien es una puta, la muy bruta.


Cuando era niña Ataranta de Jesús ya mostraba indicios de su don, tenía una nariz de perico y una facilidad para mojar las pantaletas que asustaba a su abuela doña Chepa y arrancaba maldiciones de su madre la Chona, mientras freía sus sabrosos pollos a la plaza en la fonda más famosa del puerto desde 1946. La nariz de bruja se la operó hace años, pero lo golfa nunca se le quitó, asegura mi prima el Nano, un güero de 1:80, de talante taciturno y más bueno que el raspado de su nativa Concordia. Tan sólo el año pasado la Ataranta se echó a tres, dice mi prima: “al brujo Pánfilo —declarado él mismo como el último náhuatl—, tan feo el chaparro como tranza el cabrón; al ingeniero Jorgito, a quien su madre le hizo romper con mi patrona por vulgar, fíjate tú; y al más reciente, Roco, un lindo niño güevón como quince años menor que ella. Todos con el permiso del patrón don Goyo”.

Mi prima el Nano trabaja con Ataranta desde hace muchos años y desde entonces ella asegura llamarse Hermosila y descender de familia paterna muy distinguida. Pero sus vecinos sólo la han visto vivir de las enchiladas que su abuela vendía y de ahí fue que sacó la flaca para poner su propio changarro, a un lado de la fonda en donde ha vivido con su madre toda su vida. Mi prima el Nano la recuerda muy bien jugando toda chamagosa en las ruinas del otrora cine Ángela Peralta o entre las cazuelas grasientas del comedero popular. Ahora casada con Goyo, su marido atolondrado, el agente viajero representante de una naviera mercante, regentea una cafetería pretenciosa con más pantalla que éxito, un negocio con más empleados que diestros, un tugurio bohemio a donde aterrizan los estudiantes de danza, música, pintura, canto, teatro, escritores, poetas, empleados del Instituto de cultura y anexas, gorrones y amistades de la bruja también zánganos.


Todo esto a mi prima el Nano le va y viene, pues ella no se mete más que con su marido el Toño, felizmente juntados por años. Sin embargo, desde que no puede dormir por los casi cien mil pesos que la Hermosila le debe, mi prima el Nano vive con Jesús en la boca y al pendiente de las pendejadas que la pendeja comete a diario. “Qué quieres que te cuente, gordito, te juro que si por mí fuera ya la hubiera largado. Y no me regañes que me da un soponcio, ya tengo castigo por bruta, por prestar mis tarjetas”. Y cómo no va a estar cardiaca mi prima el Nano, que por confianza dejó que la bruja lo engatusara con el amor que dice tenerle, con la promesa de pronto pago, con el “ayúdame güerito por diosito, que estoy que trino y no puedo dejar desamparada a mi madrecita, ya ves que mi hermano y Goyo son unos pendejos y yo sola tengo que salvar mi casa”. Esa fue una. Las otras son un enigma, mi prima es la que debe y su patrona la que gasta.

Tanto gasta la Hermosila, que ya debe una hipoteca para remodelar su negocio, dos camionetas, un carro compacto, un departamento frente al mar, el sueldo de sus empleados cada semana —a quienes paga en abonos y queda a deber días festivos y liquidaciones—, los cien mil de mi prima el Nano, a proveedores, joyas, ropa, bolsos, zapatos y calzones a diversos acreedores. Pero se pasea oronda por la plazuela sintiendo que todos la admiran, porque “estoy muy buena Nano, ¿verdad?” Claro, si se operó la panza, las nalgas y se puso tetas.


Hermosila no tiene dinero pero va a Fábricas de Francia con la nariz arrugada, como aquella vez que fue con la tarjeta de mi prima el Nano a comprar seis mil pesos en calzones, sujetadores y camisones porque se acostaría por primera vez con Jorgito; o aquella cuando pidió en Sanborns le quitaran el plástico a un libro de arte de dos mil pesos que no tenía intenciones de comprar, sólo quería aparentar una cultura que no posee. Hermosila no tiene estudios profesionales, pero asegura saber de todo con ese pinche don que Dios le dio; no sabe ni madres de tecnología, pero se compra aparatos de última generación que por no saberlos utilizar rompe, pierde o desperdicia; no cree en publicidad ni en medicina, no entiende historia ni economía —vuelve loco al contador con su desorden e ignorancia cuando le botan cheques a diario y acusa al pobre de inepto—, pero confía en brujos, estrellas y maldiciones. Hermosila desconfía de todos, especialmente de sus empleados a quienes acusa de rateros, pero adora a cuanta suripanta contrata, a quienes deja la caja y lleva a vivir a casa; a la última le sacó de agencia un carro compacto y ya se iba al sureste robándolo; a otra le soltó llaves de todo y de eso quedó una camioneta rota, un fraude y los acostones con el padre de ésta. Hermosila dice no tener más familia que sus perros pulga, pero desprecia a su madre enferma, incluso ha ordenado a sus empleados no le den comida. Hermosila dice ser de alta alcurnia, pero sus amistades son ex golfas, vagas, estafadores y vividores; dice tener buen gusto, pero adora la onda grupera, todo el tiempo describe sus coitos, habla de vergas y venidas, e incluso jura haber sido amante de un narco. Hermosila alega ser mujer de 35 años, pero la Chona, su madre, dice “está pendeja, tiene 45”.

Hermosila dice ser noble, pura y decente, pero grita obscenidades frente a sus clientes, usa vestidos descarados de esos que enseñan y blusas desvergonzadas de esas que muestran, y no le importa andar horas con el pantalón manchado si olvida ponerse toalla cuando menstrúa, pero gasta fortunas en salones de belleza, spa y apariencia. En un año anunció tres veces que iba a casarse y mi prima el Nano le imploró “por Dios, no seas bocona, si ya estás casada con Goyo”. Ni el caso, Hermosila estaba tan enamorada del último náhuatl, el brujo Pánfilo, que daba las nalgas por el amor de su vida y lo exhibía como trofeo entusiasmada, en tanto su amado la explotaba. A los meses apareció otro hombre de su vida, Jorgito, y otra vez quiso casarse y hasta tener hijos, pero mi prima el Nano analizaba: “ay, no te hagas si no puedes”. Jorgito el júnior resultó muy consentido y ya quería ser socio del negocio en cuanto se casaran, compraran otra casa para traer a su mamita y vivir felices los tres como una dulce familia; Hermosila hasta tenía orgasmos de alegría, sólo que Jorgito la presionaba mucho con sus dineros, por lo que tuvo que confesarle que esos más bien eran de su marido don Goyo. Entonces tuvo que volver a encontrar de nueva cuenta al mes al ahora sí el amor de su vida, un chamaco delicado que “Dios mío, Nano, qué espiritual, fíjate que sexo entre nosotros no hay, me abraza toda la noche y me habla de las empresas que conmigo quiere poner, es tan inteligente”.

¿Y su marido el Goyo? “Es puto, Nano, es puto. Tenemos un acuerdo: yo cojo con quien quiera y él con sus mayates”. Pero meseros y mi prima el Nano lo han visto sufrir horrorizado, la Hermosila no duda en humillarlo ante proveedores, clientes y empleados. “¡Eres un pendejo, inútil, un idiota que no sabe hacer nada, yo tengo que hacerlo todo porque todos son unos pendejos!” y cada quincena acude presurosa a retirar del banco 30 mil pesos que su pendejo marido le deposita fielmente para sacarla de apuros con sus múltiples deudas.

¿Y el restaurante exitoso? “Ay, gordito, hay días que no vendemos ni dos mil pesos”. Así pues, mientras su madre la Chona muere despreciada, Hermosila no duda en gastar cuatro mil pesos en su perrita Coco el día que la pobre fue atropellada; mientras su madre pide le den jugo y no le dan, la patrona gasta los jueves en banquetes para su tuna de nigromantes; mientras sus empleados mendigan su paga, la mujer desaparece por días con su amante en turno disfrutando el estipendio del marido, trabajadores, proveedores, prestamistas y mi prima el Nano.

“En serio, es que no sé qué hacer con este pinche don que Dios me dio”.

8 comentarios:

Edgar Paul Palacios Reyes dijo...

me encantan tus cronicas carnalito, esta esta genial, me trajo a la mente tantas personas que conozco aqui en Colima!!!!

Ruy Alfonso Franco dijo...

Jejejejeje, desgraciadaente estamos rodeados de personas así; si te contara...

JULIO dijo...

feliz cumpleaños ruy.
julio

Ruy Alfonso Franco dijo...

Hombre, Julio, muchas gracias, eres muy amable.

Qué pases un excelente día.

Arturo Herrera dijo...

Amigo, ¡muchas felicidades!

Este relato no me es desconocido y aclara contundentemente mi posición filosófica.
Somos (como especie) malos y algunos decidimos casi todos los días no serlo.
La discusión se detuvo desde tu salida de netlog, ya habrá oportunidad.

Un abrazo.

Ruy Alfonso Franco dijo...

"Somos (como especie) malos y algunos decidimos casi todos los días no serlo".

Uta, acabas de proponerme mi epitafio, qué contundencia en esta declaración de principios. Definitivamente estoy de acuerdo, cada que vez que pienso en el tiempo y en su recurrencia caigo en cuenta que la sociedad no tiene lucha. Siempre hay alguien que lo expone de manera cruda...

Gracias por tu asistencia, amigo mío.

Xocas dijo...

Fantástica "foto", Ruy. Qué será que la vida disparatada parece más vida... Y a saber lo que es realmente un disparate.

Ya vuelvo.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Caramba, qué sorpresa amigo mío.

Tendré viajar más seguido a ultramar para "ver" y leer a los amigos de Iberia.

Gracias por el comentario; la "foto" desgraciadamente ni siquiera llega a postal, de tan cruda que es lo que oculta el humor.