Ruy Alfonso Franco
I. El ánfora de Pandora
Internet debe ser el invento del siglo por la enorme utilidad que representa para la humanidad, por sus múltiples aplicaciones en el campo de la comunicación. Por eso llama la atención que esta red de información, con todo, sea subutilizada por un cada vez mayor número de internautas casi exclusivamente para el entretenimiento, en donde el juego y el sexo son los principales productos consumidos, según se puede observar en la oferta de este universo virtual.
Los innumerables sitios destinados al culto del cómic, programas y estrellas de la televisión y el cine; pero sobre todo los romances y el sexo en los populares chats como en los blogs, pareciera ser el único propósito de una mayoría creciente en Internet, en donde la pornografía es la ineludible recurrencia para las inquietudes hormonales y perversiones más escandalosas. Pero antes que nada, este servicio cautiva no sólo por su alcance como medio de expresión, sino porque como en ningún otro medio es el usuario quien controla —aparentemente— el uso de la red y esto le da un poder insospechado, magnificado todavía más por la posibilidad del anonimato, lo que le hace adquirir cierta seguridad que de otra manera, tal vez, no se tendría en casos donde el individuo deba aparecer físicamente. Es esto lo que ha derramado el ánfora de Pandora.
Y es que el usuario, aprendidos los rudimentos técnicos, puede crear sus propios espacios; atraer la atención sobre sus ideas o intereses y, claro, hacer negocios o conseguir la información que desee. El quid de la cuestión es, ¿cuántos de éstos realmente enfocan sus necesidades objetivamente, sin perderse (como lo hacen la mayoría de los televidentes, por ejemplo) para terminar consumiendo chatarra, enajenados y adictos?
Al respecto, Víctor Flores Olea y Rosa Elena Gaspar de Alba son muy claros en su apreciación sobre las consecuencias de una tecnología mal aplicada (¿o mal entendida?):
"Su aplicación contradictoria nos inclina a pensar que los avances de la tecnología —que también han proporcionado bienestar y seguridad a una parte de la especia humana— son instrumentos cuyo significado depende, sobre todo, de la utilización que de ellos haga el hombre y la sociedad humana. Esos instrumentos, en sí mismos, tenderían a ser neutros, dependiendo su destino más bien de la organización social en la que se desarrollan y de la calidad y propósitos de los hombres y mujeres que los utilizan.
Acerca de la dirección sombría de la organización social 'moderna' y sus consecuencias aplastantes sobre el ser humano —para hacer únicamente referencia a las profecías negativas en el terreno del arte—, recordemos obras como Metrópolis (Fritz Lang, 1926), Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932) y 1984 (Georges Orwell, 1949), entre otras, que construyeron aterradoras ficciones sobre el encadenamiento y la fragmentación del ser humano en las metrópolis abstractas y gregarias del futuro (que ya es presente); o sobre el uso de la ingeniería genética para condicionar la vida antes del nacimiento; o acerca de una vigilancia de la conducta y la conciencia de cada uno que nos encadena inflexiblemente a ideologías o intereses desconocidos, dictatoriales y represivos (las múltiples versiones del Big Brother).[i]
Una sensación de libertad y dominio es lo que el usuario común de Internet puede sentir al navegar, yendo a cualquier punto del planeta a través de su PC, contactándose rápidamente con una diversidad de personas con las que, de entrada, no hay más diferencia que la máquina que cada una posea (por su sofisticación y capacidad), porque las distancias culturales o económicas parecieran no notarse o no importar. Pero más que nada porque el navegar es en sí un juego, uno en donde podemos asumir personalidades distintas.
Así que tenemos por el ciberespacio las más variopintas situaciones: niños de 15 ligando con señoras de 40, abuelos de 70 seduciendo a colegialas de 14. Hombres y mujeres buscando amantes o masturbándose en los chats frente a sus web cams, según ellos mismos declaran en los foros. Las más diversas tendencias y gustos sexuales en todas sus formas. Exhibicionistas y consumados perversos (o debutantes) asolando los sites. Negros con blancos, católicos con judíos, latinos con europeos, ricos con pobres, etc. No importa, no sabrán si no lo revelan. La posible y original diversidad hacen atractivo a este servicio. Claro que también afloran las peores y las más despreciables conductas; racismo, brutalidad e ignorancia parecen caminar de la mano, tal vez porque después de todo, el anonimato nos envalentona para dejar de reprimirnos y nos anima a manifestarnos así tengamos las más obtusas ideas.
Todos en Internet parecen hacer posibles sus sueños.
Por supuesto, no todo es mentira y hay quienes, aceptando su verdadera identidad de todas maneras se sienten fuertes escudados tras las pantallas sin importar si estás lisiado, feo o tienes mal aliento (photo shop cumple todos nuestros sueños). El nivel económico no tiene importancia (aunque se supone que el usuario es de una clase media/alta) y mucho menos lo tiene la cultura (aunque ésta queda evidenciada cuando aparecen las enormes fallas ortográficas, las expresiones más pobres y la intolerancia), porque al fin de cuentas, pareciera, todos tienen las mismas inquietudes: jugar y desahogarse, y en ese sentido todos son iguales en la red.
En medio de esto sobresale lo constante del sexo y la libertad para generarlo y consumirlo, en cierto modo sin peligro físico (contagios o violencia), a pesar de que muchas de las imágenes o el lenguaje empleados son en sí violentos. Esto hasta que se pasa al siguiente nivel del contacto real, en donde es común que surjan los fraudes y abusos a menores de edad, presa fácil de bandas criminales que han encontrado en Internet un excelente mercado para el negocio del sexo más bizarro. Curiosamente, pese a que cualquiera pueda sentirse ofendido o lastimado por lo que ve en Internet, poco se ha logrado contra pederastas o realizadores profesionales de la pornografía, porque los primeros se ocultan en las entrañas de la red y a los segundos los protege la ley como la industria boyante que es. Pero el usuario no está protegido contra las imágenes agresivas, contra prejuicios, traumas y complejos que transitan agazapados. Tampoco nos protege contra un medio electrónico utilizado principalmente con fines comerciales y que tarde o temprano habrá de regularse seriamente y no sólo con letreros que digan, en el caso del mercado sexual: Soy menor de 18 años /volver a la página principal.
Entonces, el problema, quizás no sean los productores de imágenes rudas, sino la misma conducta de los usuarios, porque salvo el sexo explícito que uno encuentra en la red sin estar debidamente regulado (cuyo control sería necesario, para evitar envolver a los menores), la parte más agresiva siempre viene de los propios usuarios al excederse en sus libertades, al no saber comportarse en los sitios públicos; al libertinaje de su proceder porque, con esa recién adquirida libertad para conducirnos solos y sin control, no sabemos cómo administrarnos. Y si a esto agregamos la voracidad de los comerciantes insensibles que explotan encantados el morbo de los cibernautas, tendremos pronto un gran problema que legislar, porque desde hace rato ya se genera aquí todo tipo de crímenes, sobre todo de carácter sexual.
Luego queda en el aire la inquietud, ¿los seres humanos necesitamos ser controlados, dirigidos, para poder actuar razonablemente? Habrá que pensar en la reflexión de Francisco Prieto cuando dice que: “...por el hecho mismo de que cada hombre es un ser inacabado arrastra un grado mayor o menor de inseguridad y una de las formas de aplacar dicha inseguridad es el poder: el que se ejerce y el que se padece.[ii] Por eso, cuando el usuario violenta a otro por sus ideas, cuando subestima su nacionalidad, cuando abre foros para decir que a su mujer le gusta el sexo anal, que desvirgó a su primita de 10 años o afirma que los gatos son su mascota preferida, el individuo está utilizando el medio a su antojo, no importan las banalidades ni la dimensión de su confesión o sus fantasías. Hay la satisfacción de dominar ese espacio, aunque sea temporalmente.
En el peor de los casos está la indiferencia.
[i] Flores Olea Víctor y Gaspar de Alba Rosa Elena, Internet y la revolución cibernética, Océano, 1997, p. 15.
[ii] Prieto Francisco, Cultura y comunicación, Ediciones Coyoacán, colección Diálogo Abierto. Comunicación, 1998, p. 10
9 comentarios:
ESTOY DE ACUERDO CON LO PLANTEADO, ESTA LIBERTAD SE MALINTERPRETA Y FACILMENTE SE CRUZA LA LINEA COMO USUARIO PARA DESVIRTUAR TODO Y CREAR UNA CONCIENCIA ERRONEA DE ESTA HERRAMIENTA LA INTERNET; AUN NO ME QUEDA CLARO SOBRE TODA LA INFORMACION QUE SE MANEJA EN ELLA, QUIÉN LA VE, QUIÉN SABE DE NOSOTROS, CÓMO ESTAMOS CATALOGADOS, PORQUE A FIN DE CUENTAS NUESTRA LIBERTAD ESTA CONDICIONADA A LOS DEMAS USUARIOS YA VIVISTE LA EXPERIENCIA EN NETLOG, Y PARA ENTRAR A ESTE BLOG APARECE LA ADVERTENCIA SOBRE LOS CONTENIDOS QUE SE MANEJAN. AUN ASI SE SIENTE LA CONFIANZA DE ESTAR EN UNA RED DONDE PUEDES ENCONTRAR DE TODO SIN RESTRICCION Y SIN CONOCERTE PERSONALMENTE, PERO CREO QUE NO TODO ESTA DICHO EN CUESTION DE ESTA LIBERTAD. DESPUES ACLARO MAS MIS IDEAS.
La verdad es que tiene uno la sensación de estar dentro de un ser poco controlado y poco controlable, aunque hay que decir que el usuario es muchas veces víctima de sí mismo, tal como aquí se dice.
Las potencialidades son infinitas y tienen mucho de positivo si se saben acotar ciertos límites. El problema es que, como en la vida, para el margen de beneficio no hay límite posible. Y ahí es donde siempre llevamos las de perder.
El que se descienda a cierto tipo de submundos (los chats son algo sencillamente terrorífico) es la simple consecuencia de la falta de formación, fomentada y estimulada hasta la saciedad por los beneficiarios de este negocio globalizado. Cuanto más tontos, más manipulables.
El problema vendrá cuando tengamos que echar mano del sentido común de Cada Uno para hacer frente a alguna crisis seria. Porque las crisis también pueden ser globales.
En fin, veremos.
Saludos desde el otro lado del mar.
Cierto amigos, esa libertad prometida y llevada hasta sus últimas consecuencias, es el cebo que nos atrapa.
La cosa es ver si somos capaces de evadir los cepos y concentrarnos en los provechos de Internet (información, comunicación, artes, etc.), aunque sabemos que si lo pretendemos siempre habrá tiradores dispuestos ---como bien dices Julio--- a coartarnos, incluso hasta por pura perversidad (pienso en los que dejan virus a tontas y locas para provocar el mayor daño posible).
Pero el problema ---estoy de acuerdo Xocas---, somos nosotros, siempore nosotros y al final nostros.
Qué dilema caramba, el invento del siglo y me parece que no sabemos utilizarlo con sabiduría todavía...
como dicen caballeros, no sabemos utilizarlo con sabiduría por que desgraciadamente no nos educan, para lidiar con el poder de la libertad, y ese es otro problema global, saludos Arathos y caballeros de la mesa.
Tú lo has dicho con certeza, dulce Florecita, sencillamente nadie nos enseña a vivir en libertad, tanto con compromiso como con derechos.
Bien pudiera ser esto otro tema de discusión.
Gracias por dejarme tu opinión.
y lom que falta aun...
si supieras lo que acontecio (o acontece) en estos ultimos dias por cuestiones de internet pero ironicamente por cuestion d eentendimiento y no de sexo...
es verdad aun falta mucho para que la internet sea meramente un instrumento de trabajo y no de vida y mucho menos de vida sexual...
un largo y fuerte abrazo.
PD: VEN A VISITARME DE VEZ EN VEZ... Y COLABORA EN MI "RECAMARA"
¡Hola mi estimado Poeta!
Es siempre un placer tenerte por aquí. Y dices bien cuando mencionas que falta mucho para que Internet deje de ser sólo un juego para las mayorías.
Con gusto me echaré esa vuelta.
Leer tus textos siempre es un placer amigo, este tema que radica en la libertad también tiene un punto de encuentro con la propia características del ser humano (como apuntábamos en la añeja discusión antes de tu abrupta salida de netlog), la humanidad se mueve siempre en contrasentido a la bonhomía y siempre a favor de la búsqueda de placeres individuales, de ahí que, cualquier instrumento que vigorice la individualidad y provea placeres (aún los más terroríficos) será un gran negocio.
Y todos sabemos que donde hay dinero no hay humanidad.
Tenemos para una larga charla.
Un abrazo
Brutal tu conclusión Arturo, que ahí donde hay dinero no hay sentimientos.
Fíjate por dónde venimos a ver las consecuencias de esta globalización "liberadora", la India que tiene más de mil 300 millones de habitantes, cuenta con un 54% de esa población de puro joven ansioso por universalizarse, entendiendo que para lograrlo tiene que hablar inglés, trabajar en una empresa multinacional y vivir al american way of life cargado de tecnología, modas y de espalda a su cultura tradicional.
Es un horror, tanto como la pornografía, gran oferta en Internet, pensar que la condición humana hoy nos lleva a la más burda superfricialidad.
Gracias por dejarnos tu opinión Artherp, siempre es bienvenida.
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