lunes, 13 de octubre de 2008

Narcocine

Bestia soy

Ruy Alfonso Franco

¿Qué fue primero? ¿La bestia o el cine?

Llámelo usted curiosidad o destino, pero la primera película de ficción hecha en México se llamó Un duelo a pistola en el bosque de Chapultepec (1896), de los franceses Bernard y Veyre, basada en un hecho real sobre dos diputados que se batieron en el bosque de Chapultepec. Edison había filmado un corto dos años atrás en Estados Unidos, Pedro Esquirel and Dionecio Gonzales, mexican duel (1894), presentando “quizás a los primeros mexicanos mostrados en película: dos hombres que se enfrentaban en un duelo a cuchilladas. Esta imagen del mexicano violento fue, desde entonces, el estereotipo impuesto por el cine norteamericano al referirse a México”
[1].



Y adivine, el primer gran éxito del cine mexicano —mudo— fue El automóvil gris (1919), filmado por Enrique Rosas en 12 episodios, también basados en la realidad pues “cuenta las aventuras de una famosa banda de ladrones de joyas que se hizo célebre en la ciudad de México hacia 1915”
[2]. La serie se hizo popular porque, entre otras cosas, exhibía el fusilamiento real de los bandidos.

Hace cerca de 20 años escribí en El Sol del Pacífico (hoy El Sol de Mazatlán) sobre la narcocultura en estos términos: “El sinaloense tiene fama da bronco y tal vez lo sea cuando no hay un arraigo cultural rico en expresiones. (…) En el cine la cosa es muy clara: los gustos de la mayoría de los porteños por el cine violento y vulgar, en especial por los churros sobre narcos, son tan acendrados como su espíritu carnavalero. O si no, ahí están los corridos, que ya no hablan de amores funestos, sino de las agallas de muchos Lambertos Quinteros. En los cines y en los videoclubes locales la demanda de filmes sobre narcos es tan portentosa como su afición por la cerveza Pacífico. En nuestro Estado no es de extrañar que el narcotráfico haya procreado una subcultura sui géneris, caracterizada por la prepotencia y los excesos de quienes están envueltos en este oficio. Las ­relucientes camionetas del año, las joyas en puños y pescuezos, las botas y ese aire de vaqueros mal encachados, es prototipo de ­una moda que se agudiza en las cantinas, en las rancherías y, natu­ralmente, en nuestro jacarandoso Carnaval. Claro está, la banda y ­el acordeón son el acompañamiento insustituible para las andanzas del narco o sus imitadores”.



Casi veinte años después es desalentador comprobar que lo que preocupaba a muchos entonces, es hoy una triste realidad: el narcotráfico, su cultura y la expansión de las actividades delictivas que abarcan la piratería, la extorsión, secuestros y asaltos, está enquistado en nuestra sociedad y pareciera que no hay nadie que pueda detener esta descomposición social, ni siquiera las autoridades responsables, pues es un hecho que la corrupción en éstas y en las fuerzas de seguridad —que han terminado pasándose al narcotráfico—, hace casi imposible la contención del caos imperante.

Pero lo más evidente y demoledor es que la sociedad misma ha terminado por aceptar el modo de vida de los narcotraficantes, gracias principalmente al cine y la música imperante que los ensalza e idealiza, generando una conducta cínica y la ausencia total de respeto a las formas institucionales, así como el empobrecimiento de los valores otrora tradicionales (educación, honradez, civismo, etc.). Y es que si hemos de señalar co responsables en el crecimiento del narcotráfico, habrá que decir que han sido los medios de comunicación los que han contribuido decididamente a su engrandecimiento, pues indirectamente provocaron la narcocultura al permitir que se escuchara en la radio y exhibiera en el cine y televisión, sin muchas restricciones, los narcocorridos y tramas recogidas de narcos afamados que los mitificaba más que cuestionarlos.



El atractivo de la violencia en el cine para un espectador cautivo, por ejemplo, tiene que ver con su medio social, con su cultura regional como pieza del sueño insatisfecho, cubierto en parte por las hazañas del héroe en pantalla (no en balde el blasón del cine: “fábrica de sueños”). La forma más obvia y simple de atracción hacia el film violento es, sin duda, el sentimiento de emoción por las trepidantes aventuras de los buenos contra los malos. Lo que significa que a mayor porción de violencia (muerte, destrucción, sangre, dolor, sadismo y masoquismo), mayor satisfacción ante la sensación de poder que se supone genera el control sobre los demás a través de la intimidación y dominio absoluto que las armas, en este caso, pueden otorgar.

Casi todo espectador espera que la cinta por ver sea emocionante y con mucha acción como sinónimo de diversión garantizada, cosa que también aprovechan los productores de estas películas que las convierten en más que una moda, en una forma da expresión y una válvula de escape a esas necesidades primitivas, siempre ocultas del individuo; lo que casi convierte, irónicamente, a estos comerciantes mercenarios en psicólogos por intuición, más por interés que por ­afán terapéutico. Los excesos en el cine marchan junto a la sociedad en un obvio reflejo ­del tiempo y sus necesidades, las películas de terror son un ejemplo perfecto: son muy efectivas cuando el mundo pasa por conflictos armados, desastres financieros o calamidades naturales, porque la gente prefiere mil veces el terror fantástico a su cruda realidad.

Si a esto agregamos la ambigüedad hoy existente —en la era de la información, con menos gente aparentemente inocente— de quiénes son los buenos y quiénes los malos, podríamos atestiguar con estupor cómo los públicos identificados con los narcotraficantes (por su regionalismo, su cultura y hasta sus fines y motivos) califican como hazañas sus fechorías. Así que tenemos en la violencia, por un lado, la bestia oculta ­en nosotros, morbosa y sedienta de sangre, alimentada, por otra parte y necesariamente, por las circunstancias del momento, tan espléndidamente utilizados en el cine. El morbo vende muy bien.






Y mire lo que son las cosas, en 1989 Enrique Serna publicó un artículo en unomásuno, ironizando sobre un cineasta colombiano que fue detenido por la policía en México por el contrabando qua éste realizaba en latas de películas hacia Estados Unidos. Lo curiosos del caso es que el realizador se dedicaba a hacer películas de narcos, en una probable simbiosis oficiosa en la que entraban, obviamente, sus intereses pero también cierta satisfacción obscena al poderse expresar “artísticamente”.

A estas alturas a la mejor dicha anécdota no tiene nada de curiosa si comprobamos que una buena parte del público —sobre todo joven— comulga con las cintas violentas de este boyante subgénero del cine de narcos, ya tan extendido en México, tanto, que cantantes y músicos de los llamados “banderos” han muerto por presuntos vínculos con la mafia. Si bien en un inicio Sinaloa como Sonara fueron ejemplos únicos de tal fenómeno en los 70, la verdad es que ahora gran parta de los mexicanos ven en el trá­fico de drogas una actividad riesgosa, sí, pero bastante remunera­da, la fórmula mágica para salir de pobres de una vez por todas; y a los narcos como modernos centauros. Sus corridos son odas al machismo de sus metralletas y sus cruentos enfrentamientos o ajusticiamientos verdaderas gestas dignas de rememorarse, según el sentir popular… El punto es que esta productiva actividad en el país ha creado costumbres, creencias y mitos en torno, impuesto obviamente por el poderío que alcanzan las inauditas riquezas que resultan del tráfico de drogas y, claro, por su truculencia inherente que a más de alguno fascina y subyuga.



¿Habremos da hacerle caso a esa bestia que al parecer todos llevamos dentro?

[1] Inicios del cine de ficción en México, http://cinemexicano.mty.itesm.mx/ficcion.html
[2] Ídem.

11 comentarios:

Edgar Paul Palacios Reyes dijo...

creo que el inicio de todo este borlote es todavía mas antiguo carnalito, desde la época de la revolución, ahí esta el asunto de Doroteo Arango y otros mas...

pero tienes toda la razón!!!!

Ruy Alfonso Franco dijo...

Sí, claro, aunque las películas de las que hablo, del inicio del cine mexicano son de antes de la revolución... En 1894 y 1896 ya se hablaba de un México bronco.

Ahora bien, la revolución es otra cosa, es una confrontación civil en lucha por los derechos mínimos, que puede tener mucho y nada del mexicano bravío. Sin embargo acá hablo de la conducta antisocial del mexicano y que el cine ha reflejado con enorme insistencia.

De todas maneras, parece ser que esta cultura de la violencia no solamente es propia de una nación subdesarrollada, porque ahí tenemos a Estados Unidos más propensos a la violencia que muchas naciones.

Anónimo dijo...

La secuencia donde el mono-humanoide "moon watcher" de la pelicula "2001 odisea del espacio", donde usa un hueso como arma para despues matar a otro ejemplar se me ha quedado marcada para siempre, creo que define los inicios del hombre como tal; la violencia, el matar para dominar, por poder. El inicio de la civilizacion. esa violencia que se programo en el gen de ese ser segun C. Clark, y paso a nosotros como herencia y de ahi en adelante la violencia se ha vestido de todos los colores y formas.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Oye, qué buena aportación Julio. ¡Exactamente! Creo que queda más que claro qué fue primero, jejejeje. Ora que el el cine se ha encargado de recordárnoslo y si no, de creer en éso: la violencia.

Anónimo dijo...

La narcocultura es una moda impuesta gracias a los benditos medios de comunicación, se ha hecho el estereotipo del joven adolescente al quererse parecer a los “Narcos” y que muy orgullosos hoy contestan es “buchon(a) como si fuera algo importante que te denominen con ese adjetivo y hasta paran el cuello y se siguen vistiendo igual para aparentar lo que no son.
Las series de televisión transmiten eso y es como han educado a varias generaciones con pura basura y que hoy en día estemos jodidos es solo el reflejo de eso. Me Causa risa escuchar a los medios que digan que son difusores de cultura, mientras que en esa palabra solo gira el dinero que es su interés primordial.
Que mas nos hemos acostumbrado a vivir en la “mierda”, con gobernantes corruptos, empresarios monopolista y explotadores de la sociedad.
Pues el cine si no produce cosas que quiera la mayoría de la sociedad, pues no vende por que su fin es tener una ganancia para seguir sobre viendo en este país de oscuridad y pobreza en el cual vivimos.

Anónimo dijo...

Por desgracia el espíritu del Sinaloense siempre ha sido el de ser lucidor y que mejor ejemplo a seguir que el del narcotraficante; dinero fácil, carros, lujos y mujeres(todo un prototipo de vida).
Si se insiste el retratar la imagen del narco es porque el público así lo requiere y ante esas exigencias algunos cineastas recurren a esta clase de películas.
Al no ser dueños de costumbres culturales ricas en ideas y aprendizajes, no queda de otra que darse de golpes como nuestros antecesores, provocando salas llenas y públicos satisfechos.
La bravía del mexicano por demostrar poder se vale simplemente del instinto que aun no es capaz de dominar y por ende opta por la presunción, pues sabe que eso lo hará ser admirado y logrará llamar la atención.
Por lo pronto, seguiremos escuchando las narcoaventuras disfrazadas de canciones, la moda y sus múltiples manifestaciones, las películas y la escasez en cuanto a valores, aunado a políticos y medios de comunicación que recurren a conveniencias para lograr sus objetivos.
Hasta que no exista un cese y nosotros seamos capaces de eliminar con todas estas absurdas y prehistóricas ideas, será que habrá un cambio.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Geovanni y Brenda:

Creo que a ustedes les queda muy claro lo que está sucediendo en el país y en el cine, cuáles son los intereses que privan antes que la promoción de la cultura y las artes.

En tales circunstancias siento que a pesar de ese estado de cosas, siempre habrá alternativas y que cada uno de nosotros podrá cambiar algo para bien desde el momento en que se está consciente de la realidad que nos rodea.

El que ustedes lo perciban es en sí mismo ya todo un triunfo, porque son jóvenes y porque al final de cuentas ustedes no han caído en la vida fácil que la mayoría busca. Desde ahí las alternativas se están dando.

Si otros chicos como ustedes coincide con nocotros, ahí la llevamos entonces.

Convenzamos a otros.

Jorge Fax dijo...

es bueno ver que aun llevas la espada desenvainada por un buen cine y una buena cultura...

ruy aunque ya no pueda estar en el congal como antaño aun sigo por aqui... oye a proposito: te mando los links de mis blogs o te los pongo aqui?

un abrazo amigo.

Ruy Alfonso Franco dijo...

¡Poeta del alma! Siempre es un placer saber de ti y tenerte por estos lugares.

Sí, es una pena que no estés como antes en el Congal; en cierto modo ya nada es igual sin ti y sin Adri.

Por supuesto que puedes dejarme aquí tus links, sirve que mis lectores se acercan a ti.

Jorge, un abrazo continental.

adrichabat dijo...

Sabes a mi siempre me ha atraido la historia de la Banda del automóvil gris...
Creo que te saltaste a Juan Orol y sus gansters que al final se asemejan bastante a los narcos modernos
Había una película que se llamó "el suavecito" que describe como poco a poco un buen hombre se convierte en un mafioso.
Por supuesto que los narcocorridos
tuvieron mucho que ver pero música de ese estilo siempre había incluso el país no era igual de violento cuando se escuchaba tanto Camelia la texana. Esto tiene mucho que ver con el cine los hermanos Almada, pero sobretodo con la apertura gubernamental hacia el narco, la infiltración de "los de arriba" las componendas,
los pitazos "ahí va una troca cargada" todos los medios cubren esa recuperación y mientras por la otra carretera pasan 10, y bueno es evidente la apertura de aduanas del sexenio pasado hacia la piratería que pegó tan fuerte en la industria de zapato, vestido, películas y aniquiló a las disqueras siento que fue a partir del sexenio pasado donde el narco se sirvió con la cuchara grande, como que se pudo mezclar con nuevas empresas protegidas por el estado que si bien no se veía la relación en un principio poco a poco se fueron descubriendo pero es al comenzar este sexenio que los convenios y componendas con el anterior gobierno ya no surgen efecto cuando se agudiza la violencia y la lucha de los carteles comienzan con ejecuciones contra los traidores.
Cómo me gustaría que todo esto termine de una buena vez y nuestro México volviera a ser como cuando eramos niños...
un abrazo,
adri

Ruy Alfonso Franco dijo...

Por supuesto Adri, hay toda una constelación de mafiosos en el cine mexicano, pero mi objetivo era mencionar como desde los orígenes de nuestro cine el tema de la violencia y la mafia ya estaban presentes, no sé si como una extensión de nuestra idiosincracia o por pura coincidencia el tema saltó a la pantalla por los tiempos que entonces se vivían a fines del siglo XIX y principios del XX.

Obviamente el cine del cubano Juan Orol y del mexicano Fernando Méndez García (con El suavecito, 1950) le dieron al género sus particulares características, un poco copia del cine de gangsters tan socorrido en EU y otro tanto adaptación bizarra a nuestra cultura, que fue de humor involuntario con Orol, y que alcanzó su esplendor con el michoacano Méndez García, al intentar reflejar un México realista en la postguerra.

Como sea, lo que mencionas de los excesos del sexenio de Fox es como para enjuiciar a este ex presidente, que con una mano se daba golpes de pecho, y con la otra dejó hacer a cuanto pillo se mochara con amigos y familiares.