lunes, 21 de julio de 2008

Canasta de cálidos cuentos

Crucita

Ruy Alfonso Franco

Fue amor a primera vista. La Güera vio a Dora perfecta: estatura regular, pechugona, buena cadera, piernuda y güerita. “Estás buena pa’ el negocio m’ija”, le relató luego mi madre a Cuca. “¿Qué tan lejos está Los Ángeles, California”, fue todo lo que Dora preguntó a la hora de los arreglos ahí en Coahuila. Y se quedó.

Los primeros años Dora no pensó otra cosa que recuperar a Crucita, ir por ella a Los Ángeles y traerla a vivir a Piedras Negras. Juntaría dinero, Cuca la cuidaría y serían felices. Ya no dejaría que se la quitaran como cuando nació la niña en Guadalajara, porque mi madre estaba muy chica y no sabía nada a los 17.


Cuando vi las fotos de una morena adolescente guapetona vestida a go gó, pregunté quién era y mi madre sólo dijo: “tu hermana”. A cuentagotas supe que vivía con unos tíos en Estados Unidos; que la muchacha no sabía nada de su madre biológica, pero mantenía estrecho contacto con Dora vía carta, haciéndose pasar como la tía querendona. Incluso, hasta sabía de mí, su “primo”.

Las contadas ocasiones en que fui con mi madre a Mazatlán estando yo chiquillo a saludar familiares, antes de que nos fuéramos a vivir allí permanentemente, recuerdo dos extrañas visitas a una casa vieja pintada de ocre, en el hoy Centro Histórico. Tenía ventanas tan grandes como una puerta, en éstas biombos de fajillas de madera cruzadas y barandales de acero; techo de tejas alto y vigas de madera con paredes manchadas de humedad. “Son tus tíos”, me dijo Dora la primera vez que estuve ante ellos y el viejito pelón, muy sonriente en camiseta de resaque y pantalones cortados en emergente short, con huaraches de plástico y calcetines, me obsequió un Orange de la tiendita que atendían. Mientras, la “tía” Gloria, una señora gordita bonachona con bata como mandil, me alentó con el clásico “¡pero qué grandote estás!”, y luego se fueron a platicar con Dora siglos enteros.

La tercera o cuarta vez que los volví a ver me resistí a entrar en cuanto vi la calle y reconocí el tendajón. Más de 30 años después sabría por qué me sentí así frente a esos tíos postizos.

Gloria y Paco, los abuelos de Crucita, eran de Mazatlán y su hijo estudiaba en Guadalajara cuando embarazó a Dora. Al salir la bola éste puso cara de travieso y se tiró a perder, así que mi madre tuvo por su cuenta a mi hermana. Sin embargo, a los meses de nacida Crucita apareció el amigo, cariñoso y conciliador pidiendo ver a la niña: “Se la voy a enseñar a mis papás” dijo y ya no volvió. Dora, entonces, fue a reclamar a Crucita junto con mi abuela, pero no se la dieron. El pleito lo perdió mi madre por sus antecedentes, por lo que terminó resignándose con la esperanza de recuperarla después. Pero convenció a los abuelos de Crucita de que por lo menos le permitieran saber cómo estaría la niña; mas el día que se echó una vuelta a Mazatlán para ver a su hija por la Carnaval, a media cuadra de la Machado a donde se habían llevado la niña, le salieron Gloria y Paco con que ya no vivía con ellos, sino en Estados Unidos, con su papá.


Dora murió sin haber recuperado nunca a su hija, cuando en vida soñaba con verla algún día, sin importarle que fuera morena. Y en cuanto a mí, de Crucita no sé más que lo que dicen las viejas cartas que datan, la más reciente de 1984; que ni siquiera estando en Piedras Negras mamá pudo ver a su hija, sea porque no podía pasar al otro lado, porque cuando lo hizo no encontró la casa de Crucita o porque siguió teniendo hijos que atender: 12 para ser exactos, según mamá… Y digo que "según", porque salvo Crucita que vi en imágenes y leí sobre ella, los otros 10 es hora que no aparecen y las 117 cartas no dicen nada de ellos; ni siquiera hay fotos como en el caso de Crucita. Las veces que pregunté mi madre respondió lacónica: “Están muertos”.

El caso es que yo crecí solo.

11 comentarios:

adrichabat dijo...

La vida real siempre le gana a la ficción. Lo que nos queda son recuerdos que como la historia uno va acomodando para que duelan menos o nos dejen mas.
Las fotos y los recuerdos de los lugares que uno conoció de niño
siempre nos sirven para aquilatar lo que ahora hemos construido.
Al menos tu sabes que tuviste una hermana. Yo tengo una hermana y ambas preferimos no saber la una de la otra por salud mental. Así que de vez en cuando me agarra el masoquismo sentimental y la miro en mis álbums que tengo bien guardados. Una linda niña de tez blanca y nariz respingada con esos ojos adormecidos ¿cómo puede alguien que se ve tan dulce lastimar tanto? y mejor cierro el álbum ¡no se vaya a aparecer! y me vuelva a lastimar.
Dícen que a los parientes no los podemos escoger pero a las amistades si, asi que Ruy date de santos con los buenos amigos que vas conociendo por tu vida. Lo demás es historia que se queda plasmada en los recuerdos.
un abrazo
adri

Ruy Alfonso Franco dijo...

Cuanta verdad guardan tus palabras, querida Adri. Con los parientes no queda más que "atesorarlos" en viejos álbumes, de lo contrario serán los fantasmas que habitarán los rincones y a veces no de muy buen agrado.

Como sea, forman parte de nuestra historia personal, nos guste o no. Por eso mejor prefiero hacer relatos con ellos, jejeje.

Un abrazote veraniego.

Anónimo dijo...

Historia del sufrimiento de una mujer, que puede caer en muchas en la actualidad y que son criticadas y señaladas sin saber lo que hay detrás de ellas.

Las vacaciones aquí aprovechándolas al máximo por que ya están por agotarse y alistándome para entrar a Derecho.

un saludo

Ruy Alfonso Franco dijo...

¿Derecho? ¿Y Comunicación?

Un abrazo intrigado.

Anónimo dijo...

Derecho me inscribire apenas y comunicación a seguirle.

Edgar Paul Palacios Reyes dijo...

pos que decir? yo tengo 4 hermanos, y los quiero mucho y tengo un chinguero de carnales, asi que pues yo soy muy afortunado...ademas tengo dos manos izquierdas ja ja ja

salud carnalito, por que de hoy en adelante te adopto como mi hermano menor, digo para que vayas a la tienda tu y no yo ja ja ja

Ruy Alfonso Franco dijo...

¡Jajajajaja! Así de vivo tenía que ser mi hermano mayor, jejejeje.

Pero se aprecia el gesto carnalito. Va un abrazote.

Jorge Fax dijo...

algo que jamas ni en el congal habia confesado es que en mi familia paterna soy hijo unico pero en la materna soy el menor de 4 hermanos y en este caso se que existen... y se que mi madre existe y ya tuve unos contactos con ella pero somos incomodos
es mas: ambos sabemos (madre e hijo) que somos incomodos mutuamente pero bueno, eso lo veo de una manera filosofica y esta mas que superado pero a veces la vida es taaaan misteriosa que no te permite ni siquiera descargar tu furia... lo mejor de esto es que solo sonries por vover a encontarte con tu "pasado" que en algun momento regresara a ti pero esta vez de una manera distinta estaras esperando.


digo yo.

un laaaargo y fuerte abrazo!
(ya aparecete canijo! )

Ruy Alfonso Franco dijo...

Vaya poeta, lo leo y me sorprende saber que tienes también tu particular tragedia, pues tu personalidad es siempre afectuosa y no se percibe en ti asomo alguno de amargura.

Tal vez por eso eres más admirable.

Un abrazo amigo mío.

Anónimo dijo...

Sin duda, los tiempos aquellos son entrañables y ciertamente solo volverán traducidos en recuerdos. Fuera de la tragedia que describe y de la vida que llevaban sus antepasados, volvió a construir casas, lugares e historia, su narración aunada con las anteriores es excelente. Es triste tener un pasado así, pero me pongo a pensar ¿Qué sería de nosotros sin un pasado así? Existen quienes en su familia sufren de violencia y por consecuencia golpeadores son...existen otros que sus padres están separados y son mas autosuficientes, existen aquellos que se encuentran mimados y de las faldas de su madre no salen (no en todos los casos) , todos tenemos historia, dolores y miedos, pero si eso formó estas ideas y formas de pensar, entonces no pudo ser tan malo ¿consuelo o verdad? No lo sé.
Felicidades por su excelente crónica.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Gracias, aunque tal vez todo aquél que haya pasado por trances similares prefiriría haber tenido una familia, digamos, normal (si acaso la hubiera, ya ves que en cada casa hay cada caso...).

Pero como sea, las experiencias así hayan sido funestas te dejan una gran madurez y yo sólo intento describir pasajes que pudieran ayudar a otros a pasar el trago amargo.

Amigo (a), muchas gracias por tu lectura amable.