lunes, 16 de junio de 2008

¿Qué hay de nuevo?

Ruy Alfonso Franco

Cuando la gente ve una película es porque quiere divertirse, así de simple. Sin embargo, más allá de esta sencilla apreciación subyacen aspectos que revelan mucho sobre la conducta de los espectadores, pues como dice Umberto Eco partiendo de la aseveración de Aristóteles de que “todo hombre, por naturaleza, apetece saber”, pero prefiere en estos tiempos “un ver ya confeccionado que le evite la interpretación del dato”[1]. Por lo demás, que haya flojera para pensar no le impide a nuestra sociedad ufanarse de estar al día.




¿Cuáles son las de estreno?, es la pregunta común de los clientes que buscan novedades en cualquier videoclub. Estos espectadores heterogéneos no necesariamente están interesados en la historia del cine, festivales, cine underground o técnicas innovadoras, pero quieren estar al día aun cuando el contenido, trasfondo, estética o costos de la película escogida le sean irrelevantes en la mayoría de los casos. La cosa es que sea estreno.

Tal vez la idea de fondo sea que la primicia del estreno nos conceda algo de estatus, como tener algo nuevo, ser los primeros que lograron ver aquello porque, por ser perecedero el estreno —más tarde dejará de serlo—, su valor acaso radique en ello; y entonces nuestro placer estribará en decir a los amigos, “ah, ya la vi, ¿a poco tú todavía no?” Así, la ambigüedad se nutrirá del sabernos dentro y no fuera, pues pertenecemos, somos exclusivos. Entonces, el triunfo de esta pírrica victoria se parecería, por asociación, al éxito y nada más embriagador que dicha satisfacción por nimia que sea. Por supuesto, también cuentan las preferencias del cliente: si la película tiene acción, suspenso, humor, romanticismo o sexo. Pero para el espectador común antes que las cualidades del video a rentar lo que importa, sobre todo, es que esté de moda. Aunque decir moda nos remita a lo que todos saben, por lo que implicaría una evidente estandarización del hecho, pues todos, se dice, saben de ello; pero, entonces, esto no sería novedad, ni original, de modo que la presunción de esa distinción que muchos buscan se haría polvo, ya que no habría nada de qué jactarse en realidad. El modelo original es la impronta, la novedad; pero la moda es la imitación sin el valor de aquello.

Cuando los espectadores pretenden rentar la novedad, resulta que no es más que una ilusión, no existe la exclusividad que todos creen tener: al mercado han salido millares de copias de esa película, que además es copia de otras historias similares que puede reproducir con éxito ciertas cualidades de la idea original (quizá el estilo, la técnica), pero no es original, mucho menos novedad. En el peor y más común de los casos, la copia tiende a ser un trabajo burdo, completamente fallido e intrascendental. En pocas palabras, la misma historia de siempre en el cine comercial.

Pero el cliente ansioso va tras el estreno, participando en lo que Eco llama “la carrera en pos de la información”[2], porque eso nos pone al día, nos da la sensación de pertenencia al grupo exclusivo que, como yo, ya sabemos; aunque la idea de estar enterado no implique comprender aquello. Las costosas campañas publicitarias impulsando productos culturales que pueden tener escaso o ningún valor, provocan un estado de ansiedad en la audiencia que empieza a sentir que estar al día es ver la telenovela “más popular”, tener el último disco del cantante del momento o ver la película “más taquillera”, mientras quedan de lado aquellos problemas que directa o indirectamente afectan nuestra existencia: carestía, desempleo, violencia, corrupción, analfabetismo, subdesarrollo, etc.


Y lo que se obtiene solamente es información chatarra, que manipula y oculta realidades. Al final los únicos beneficiados serán los que tengan en juego, esa sí, la exclusividad del poder y dominación social, manipulando en pro de sus intereses. El mensaje es que quien no esté al día, a la moda, es tanto como perder presencia ante los demás, no importa que sea por cosas tan banales como pelearse por una prenda de vestir en oferta, porque obtenerla es una forma de poder, dominio, y no lograrlo es no tomar parte de ese estatus, del yo sí, ¿tú no? Esto provoca el desencanto, insignificante al principio, pero la suma de diversos y constantes desencantos deviene en frustración, la infelicidad para muchos, pues esto sabe al fracaso que tanto nos han advertido en nuestra educación formal neoliberal, ya que sólo los mejores triunfan.

Cuando los verdaderos triunfos como el conocimiento erudito o las habilidades físicas extraordinarias no las podemos lograr y las sentimos imposibles, volcamos nuestro desaliento en otro tipo de “hazañas” más accesibles, como hacer colas tres días con sus noches para inscribir a un hijo en una escuela que está de moda; regalar a nuestros hijos por Navidad aquel “novedoso” ipod que está, claro, de moda; o rentar únicamente estrenos porque ello representa un mayor valor que el contenido mismo de la cinta. Para los monopolios internacionales lograr hacer sentir miserable a una audiencia desprevenida a partir de sus necesidades de amor/sexo, éxito, seguridad, salud o felicidad, significa enormes ganancias, pues nos han hecho “comprender” que la depresión sólo tiene alivio con la satisfacción de tales necesidades y eso cuesta. Entonces el consumo de cosas materiales puede significar el triunfo esperado, sin importar que a la mejor mis necesidades sean tan artificiales como la satisfacción que por este medio pueda obtener. Porque en el frenesí de estar al día incurrimos en lo absurdo: lo nuevo en computadoras, autos, estéreos, ropa, etc., una carrera irracional que nunca ganaremos.


La industrialización de la cultura hace del raiting, el hit parade o las estadísticas con que se mide el éxito de los programas de televisión, música, libros o películas a modo de señuelo, un mecanismo más de manipulación indirecta de las compañías que han lanzado al mercado sus productos, manejando números (reales o ficticios) como prueba irrefutable de calidad. Así los gustos de la audiencia se van moldeando convenientemente, ocasionando con esto una falsa y superficial apreciación sobre tales productos, porque el disco aquel o esta película es la que anunciaron en la tele y dicen que está muy buena, es lo que los demás escuchan o ven ¿y por qué ellos sí y yo no?

¿Quién no ha escuchado a algún presentador hablar emocionado de “la buenísima rola” de la Banda El Recodo o la “gran película” que es la última de George Clooney? Sea porque tienen la consigna de anunciarlos así o porque la reflexión no es su fuerte y anuncian con igual entusiasmo un jabón para perros que los más recientes muertos en Irak; el caso es que esos adjetivos pronunciados, por cierto, con tal irresponsabilidad pero con vitalidad y simpatía, cautivan y logran el clamor popular, tal vez porque todos lo entienden y están en sintonía; son, pertenecen. Otra vez, la dulce futilidad invade los sentidos ahogando la lucidez.



Bajo este criterio, llama la atención cómo la gente puede reducir sus posibilidades de aprovechamiento apostándole solamente a la novedad, que no necesariamente garantiza la calidad del producto. Tal actitud evidencia a una audiencia desinformada, pues al buscar nada más estrenos pasa de largo cintas clásicas o rarezas apreciables de cineastas independientes, conformándose normalmente con películas mediocres. Cuando en realidad no hay novedad en el estreno porque la industrialización de aquel producto, debidamente estandarizado, se ha encargado de quitarle cualquier rasgo distintivo, según “la esencia de la llamada democracia”: “atente a lo que hagan los demás y sigue la ley de quien sea más numeroso”
[3].

¿Dónde quedó la novedad? Los medios pueden hacernos quedar como el triste perro de Pavolov, cuando le sonaba la campanita engañándolo: por más saliva que aquél arrojara no había carne qué comer. La originalidad y la trascendencia no es algo común en los estantes de los videoclubes, librerías o disqueras, tomando en cuenta que estas empresas responden a los gustos de sus usuarios, casi todos al pendiente de lo conocido. La clave del éxito para cualquier compañía cinematográfica es hacer películas con historias que todos conocen y de vez en vez arriesgarse con algunas modificaciones a partir, claro está, de lo ya establecido: el héroe, el infortunio con el éxito inesperado, la resolución de los problemas a partir del romance o aventura y su fórmula mágica, la felicidad exclusiva para los más audaces.

Así las cosas, la novedad para el público ansioso por los estrenos, es tanto como esperar un vaso de cristal de varios millares iguales, como si fuera jarrón etrusco.



[1] Eco, Humberto. Segundo diario mínimo, ¿dónde iremos a parar? Editorial Lumen, 1996, Méx., p20.
[2] Ídem, op cit., p21.
[3] Ídem, op cit., p21.

Ilustración y fotografías: RAF

10 comentarios:

Anónimo dijo...

me encontre su bloc por casualidad profesor.
muy interesante lo que escribe, son cosas que se perciben a simple vista, pero que la gente sigue en su roll no las detecta y las sigue consumiendo de la misma manera irracional.

Anónimo dijo...

me falto algo mas:
tiene algun cobro lo del cine club??
quiero saber de cine, por que no conosco nada

Ruy Alfonso Franco dijo...

Gracias por tus comentarios, amigo.

¿A cuál cineclub te refieres? El que hay en Mazatlán es gratuito y normalmente lo son todos en el país.

Cualquier duda sobre cine con gusto m encantaría ayudarrte.

Anónimo dijo...

Profesor algunos libros de cine que me pueda recomendar, orita que estamos de vacaciones aver si consigo algunos.
Solo e leído el libro que se llama como acercarse al cine de Leonardo García Tsao.
yo era el anonimo ya aprendi a moverle a las opciones

JULIO dijo...

PERCIBO QUE LA NOVEDAD HOY EN DIA, ES CONSUMIR EL MISMO PLATILLO HECHO DE VARIAS MANERAS, LOS ARTICULOS DE CONSUMO DE ANTAÑO HAN VUELTO, CARICATURAS HECHAS PELICULAS Y CON TODO LA MERCADOTECNIA QUE ESO IMPLICA, HACIENDOTE CREER QUE ESO SERVIRA DE CONTACTO CON LAS NUEVAS GENERACIONES, HOY TE ANUNUCIAN UN MONTAJE DE ILUMINACION CON MUSICA DE PINK FLOYD PARA QUE TE ALUCINES CON LA MUSICA QUE VIENEN TOCANDO POR AÑOS, SE REUNEN BANDAS TOCANDO LO MISMO DE SIEMPRE VENDIENDOTE TODA LA INFORMACION COMO SI FUERA DE PRIMERA MANO, LAS EXPOSICIONES DE ARTE SIGUEN ENSTATUS DE LA "SOCIALITE" DONDE VERAS PURAS RAYAS MULTICOLORES O CUADROS CON UTENCILIOS DE COCINA PEGADOS CON ENGRUDO, LOS NOTICIEROS PRESENTANDOTE LAS NOTICIAS QUE CUMPLEN SU CICLO (UNA MATANZA DE TODO UN PUEBLO, EL POLITICO CORRUPTO CAHADO IN FRAGANTI, LA ACTRIZ CAPTADA EN TOPLESS, EL CANTANTE EN REHABILITACION POR DROGAS, EL PROFESOR DE LA ESCUELA QUE ANUNCIA SU POSTULACION A LA DIRECCION PORQUE VE A UNA ESCUELA DESVALIDA, EL APRETON DE MANOS DEL POLITICO EN TURNO, LA DESFACHATES CONQUE SE PASEAN LOS NARCOS EN SUS CAMIONETAS, LOS POLICIAS QUE NO HACEN NADA POR PROCURAR UN ORDEN, Y MIENTRAS TODO ESO SUCEDE ESTAMOS NOSOTROS ESPERANDO UN CAMBIO, ESPERANDO A QUE ALGUIEN LEVANTE LA VOZ. YA ES HORA DE PREPARARNOS PARA PRESENCIAR LO NUEVO SOLO QUE HAY QUE BUSCARLO AHI, AL FRENTE.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Hombre, claro que sí.

Mira, puedes leer Las maravillas del cine, de G. Sadoul (Fondo de Cultura Económica): breve recuento del cine a través de su historia, pero incluye las técnicas y procedimientos de la producción cinematográfica esenciales (movimientos, tomas, términos, etc.). Ideal para quienes desean conocer cómo se hace el cine.

También El cine, de Edward Dmytryk, cineasta que escribió este libro para los fanáticos del cine y sus maravillas; explica el cómo, el por qué, el cuándo, dónde, etc. La verdad es que es muy etretenido el libro, pues el cineasta nos aconseja sobre cómo hacer y ver el cine.

Y finalmente Apreciación de cine, de Pablo Humberto Posada, un libro básico para entender desde una perspectiva sociológica sus significados, así como a ver cine artísticamente.

Es un libro sencillo y de fácil consulta, ideal para los estudiantes de cine de Ciencias de la Comubnicación.

Con ellos Geovany puedes empezar, estoy seguro de que te van a ser de mucha utilidad.

Anónimo dijo...

gracias por los libros recomendados, ahora a buscarlos ^^

Ruy Alfonso Franco dijo...

Uf, Julio, agregas otros aspectos a la discusión que merecen también su reflexión.

La cosa es que la gente menos preparada ---y esto incluye a profesionistas, políticos, ricos, profesores, empresarios, etc.--- dan palos a ciegas, girando siempre sin ton ni son y sin querer ver más allá de sus narices.

Esto, querido amigo, acaba sociedades, civilizaciones enteras. Ya ha sucedido...

Un abrazo, como siempre.

Xocas dijo...

Excelente comentario. Me resisto a empezar con el dichoso adverbio. "Antes..." hacíamos esto así o asá. Pero la verdad es que este tipo de escenario antes sugería la conveniencia de cambiar de bando. Y en lugar del "yo también" o el "yo el primerito" uno tendía a pensar más bien "pues yo no". Y asunto arreglado. Ciertamente tiene sus costes ir contra corriente, pero es que es fácil darse cuenta de que nos están cambiando la cultura por una bazofia pre-standarizada que da verdadero asquito.

Sí que merecería la pena ponerse a la cola para leer la obra del Sr. Eco. Por ejemplo. No tanto la última aventurita del Indiana Jones, que viene a ser más de lo mismo y en realidad no aporta nada. A lo peor es que ando ya un poco necesitado del psicoanálisis, pero uno tiende ya a comprobar qué hay en la trastienda de lo que se oferta aquí o allá antes de valorar su posible interés. Desde luego el perder presencia ante los demás no debería depender del visionado de la última idiotez del Freddy Murphy o de la posibilidad de enfundarse una chaqueta con una etiqueta "interesante", que paradójicamente convierte a uno en un número más del rebaño, cuando justamente se la compró para ser un poco único.

De la información podría decirse algo parecido. Ni se da la necesaria, ni resulta tan imprescindible. Hay quien no puede pasarse ya sin saber qué temperatura hará dentro de una semana y es capaz de culpar al gobierno de la gamberrada si por algún mal azar el pronóstico resulta equivocado. Y hay ya quien quiere que llueva sólo de noche que si no no se puede ir a la playa. Estamos completamente locos.

El gregarismo debe ser un instinto primario seguramente muy justificado en otros momentos. Pero ahora mismo parece ser utilizado para alimentar una maquinaria infinitamente voraz que no se ha concebido para detenerse. Así que alguien nos convence de que necesitamos unos jeans (antes llamados pantalones) de la marca Culo y en nuestro entusiasmo terminamos por hacer imposible la existencia de unos pantalones de verdad. O se venden sólo blusas de hasta la talla M. Si has engordado, pues te jodes. Y si preguntas te dirán aquello de "es lo que se lleva". Y punto final.

Consigues uno de esos programitas para bajar películas y al final descubres que la mayor parte de lo que se te ofrece es infumable, pero como es lo que consume la mayoría y "hay que estar a la última", pues no queda más que renunciar.

En algún sitio he dicho que "los raros son los demás" y cada vez que convenzo más de que tengo razón. El simple sentido común, por no hablar ya del más escaso sentido crítico, empieza a ser tan poco habitual que pasa por raro quien simplemente actúa conforme a sus propios gustos o ignorando las tendencias mayoritarias, que cada vez coinciden más con las menos inteligentes. Así que seguiré viendo las pelis de Kieslowski, leyendo libros de los 80 (al menos me libraré de los manuales de auto-ayuda, ultimamente confundidos con literatura) y haciendo fotos de vacas del país, por muy demodées que se hayan quedado. Me caen simpáticas.

Y que le den mucho al top-ten.

Ruy Alfonso Franco dijo...

¡Jajajajajaja!, caramba, cuánta razón tienes Joaquín con lo de la vacas y lo demás. También coincido contigo, las clarabellas me caen muy bien porque luego no dicen ni mu y a veces es mejor eso.

Por lo demás, completas maravillosamente con tus observaciones lo que modestamente me atreví a cuestionar. Y es que en esta era de la información pareciera que si no estás informado de todo no eres nadie, no importa que por saber sólo sea de artistas y sus romances, de las fiestas del jet set, del score Alemania-Turquía o del clima por semana adelantada.

Y todo para finalmente acabar poerfectamente ignorante de todo. Pero vas de los primeros, jejejeje.

Joaquín, estuvo sabrosa tu intervención, espero leerte más cosas como ésta, la verdad es que tienes un estilo de primera y una acidez que comparto encantado.