martes, 2 de septiembre de 2008

Cine y cultura

Cine: aprendizaje para la libertad (II)

Ruy Alfonso Franco

Cuando el sistema social mundial se moderniza, dice Ianni[i], el mundo empieza a parecer una aldea global. Y el signo por excelencia de la modernización parece ser la comunicación. La aldea global es una expresión de la globalización de las ideas, patrones y valores socioculturales mundiales, universo de signos y símbolos, lenguajes y significados que debemos comprender. El que no lo haga está perdido y a merced de quien los domine, porque está claro que los medios de comunicación están gobernados por imposiciones políticas, culturales, religiosas y económicas. Son empresas, corporaciones y conglomerados que compiten en los mercados por clientes y audiencias. Incluso McLuhan compara a “la tecnología como una extensión del cuerpo —cita Ianni— (en donde) la red de comunicación es una extensión del sistema nervioso (y la televisión) nuestros ojos, el teléfono nuestra boca y oídos. Nuestros cerebros son los de un sistema nervioso que se extiende por todo el mundo”[ii]. En otras palabras y a decir de Parsons, la sociedad es un sistema de interdependencias compuesto por un conjunto de patrones estructurales que incluye controles para la acción social.



Estos elementos incluyen las relaciones, los procesos y las estructuras de dominación política y de apropiación económica que se desarrolla más allá de toda frontera, desterritorializando cosas, gente e ideas, realidades e imaginarios. Y en la base de la aldea global está la información y las técnicas electrónicas que componen la vasta y laberíntica máquina universal que opera multitud de mensajes y está presente en todos los lugares como un sistema de signos y símbolos. Simultáneamente, este sistema se transfigura en un texto complejo, un hipertexto, un conjunto de nudos ligados por conexiones (nudos que pueden ser palabras, imágenes) manejados por un grupo de especialistas que a su vez promueven políticas. El político, sin embargo, mantiene la preeminencia en la definición de los objetivos de la acción y por lo tanto, domina la conceptualización de los fines. He aquí la gravedad del caso: una tecnología global en manos de un grupo dominante. Al lado del líder y del partido o encima de ellos, se colocan los medios, emblema de un intelectual colectivo de amplias proporciones difundido por el mundo y que influye en mentes y corazones, explica Ianni.

Contra esto, es preciso dar a la educación dos metas importantes: por un lado, la formación de la razón y la capacidad de acción racional, sostiene Touraine apoyándose en Weber; por el otro, el desarrollo de la creatividad personal y el reconocimiento del otro como sujeto. El primer objetivo es el conocimiento y el segundo es el aprendizaje de la libertad, si cada uno de nosotros se construye como sujeto y nos damos leyes, instituciones y formas de organización social cuya meta principal sea proteger nuestra demanda de vivir, precisamente, como sujetos de nuestra propia existencia. Sin tutelas ideológicas de instituciones como el Estado y mucho menos de los medios de comunicación.




De ahí la vital importancia de comprender la forma y el fondo de los medios, en este caso del cine. Y la historia, apreciación y realización cinematográfica serán no sólo necesarias, sino estratégicas para comprender el alcance y difusión del mensaje. Porque al final estamos todos recibiendo una cantidad impresionante de imágenes, que no es sinónimo de calidad; y aunque veamos hoy más cine vía televisión, “esta proliferación de la imagen, considerada como un instrumento de información, (más bien) acentúa la tendencia del hombre moderno a la pasividad”
[iii] si mantenemos una actitud indolente. La extensa oferta de películas en salas, videos y en más de cien canales de televisión, contribuye a la cinefilia de los públicos sin duda. ¿Pero hasta qué grado el incremento de opciones en cintas violentas, vulgares y pornográficas contribuyen al desarrollo cultural del individuo? La declaración del extinto jerarca de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, nos da luz al respecto cuando advirtió que su programación estaba “diseñada para los jodidos”[iv]. Es decir, el consumo en tales circunstancias simplemente resulta deplorable, pues el individuo queda copado entre su propia decisión y la estrechez intelectual del hombre-masa que decide los fines de los medios.

Porque de algún modo, explica Weber
[v], la función del individuo no es mecánica después de todo, ya que éste tiene voluntad para transformar a la sociedad con su acción social. Por eso Weber se pregunta por qué los individuos obedecen, a qué o a quién; y sugiere que para entender sus razones, primero habría que estudiar sus actos ambiguamente relacionados, puesto que en cada una de esas acciones se aplica un sentido unido a las causalidades. Esto nos sirve tanto para entender la conducta de la sociedad, como comprender lo más racionalmente posible el fondo de una película con Brad Pitt.



Más irónico Ortega y Gasset expresa su teoría sobre la conducta y voluntad de las masas: “Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera. Como se dice en Norteamérica: ser diferente es indecente. La masa arrolla todo lo que es diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el peligro de ser eliminado. (Porque) todo mundo es sólo la masa”
[vi]. En este sentido, más películas no desarrollarían evidentemente al máximo la sensibilidad cultural de la sociedad, mientras la demanda de las masas aparentemente defina la programación de salas y televisión, convirtiendo esto en un círculo vicioso. Si esa demanda se sustenta en el desconocimiento del lenguaje cinematográfico y en las “sugerencias” de los medios, estaremos asistiendo a un estancamiento intelectual, producto de ese autismo cultural referido.

Es fácil entender que sean los medios quienes eduquen y controlen a discreción, formando individuos lerdos con nula participación política, que renuncian al derecho de exigir y criticar. Sobre todo cuando el cine y el consumo general de imágenes exigen una mayor comprensión racional, que permita clasificar y decodificar la compleja estructura y sentido de los múltiples mensajes que llegan a través de esa red tecnológica global que son los medios de comunicación; de esos signos y símbolos que buscan “contactar, sorprender, seducir, convencer
[vii].

Sin embargo, las imágenes, el cine, así como enajenan tienen la doble y reaccionaria virtud de liberar si se les sabe ver. Pero la errónea y quizá involuntaria valoración de las masas sobre el cine y la sospechosa indiferencia de educadores y dirigentes de la cultura, han levantado una barrera entre el raciocinio y los impulsos primarios. ¿Será que tal “desconfianza (...) hacia las formas modernas de la imagen, no es más que la proyección hacia lo que se nos asemeja y por lo tanto se nos escapa”?
[viii] Víctor Hugo ya señalaba del reflejo y la sombra una “cosa inaudita; es dentro donde hay que mirar al exterior. El profundo espejo sombrío está en el interior del hombre... Más que la imagen es el simulacro y en el simulacro está el espectro”[ix], dando por sentado el temor de confrontar realidades que no deseamos y prefiramos evitar. Quizá en parte esto sea el motivo de la bizarra complicidad de las masas contra todo aquello que le refiera su real existencia.



Por eso ver cine equivale para las mayorías pasar un buen rato, diversión simple; y pocos le atribuyen mayor riesgo excepto por cintas obscenas o poco recato ante ciertos símbolos patrios y religiosos, cuando son un atentado moral, un ataque intolerable a los principios sociales siempre resguardados, si bien es cierto de una sociedad curiosa pero incapaz de “abrirse” ante lo desconocido, como diría Octavio Paz. Los espectadores pueden rechazar La última tentación de Cristo de Scorsese por cuestionar el dogma de fe y aceptar sin remilgos las cintas virulentas de Stallone personificando al reaccionario Rambo.



Visto así, el cine no es de ningún modo un inocente espectáculo para divertir, sino un portentoso escenario de reflejos de compleja estructura de códigos decantados, útil para quien los descifre.


[i] Ianni Octavio. Teorías de la globalización, Siglo XXI, 1997, México.
[ii] Idem, p.77.
[iii] Thibault-Laulan, op. cit., p.30.
[iv] Albarrán de Alba Gerardo. Noroeste, 21 de abril de 1997, p.12A.
[v], Weber Max. Economía y sociedad, esbozo de sociología comprensiva, FCE, 1981, México.
[vi] Ortega y Gaset, op. cit., p.106.
[vii] Thibault-Laulan, op. cit. p.28.
[viii] Idem, p.13.
[ix] Hugo Víctor. Contemplación suprema, citado por Thibault-Laulan, op. cit.

Viñetas: RAF

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si bien es cierto, la neutralidad a nivel de medios no existe, pues las posturas que manejan llevan a una dirección establecida por la empresa.
Nosotros tenemos un control donde cada botón tiene su función, un OFF y un ON, sin embargo, necesitamos de algo que impulse a que esto funcione, el pensar involucra un nivel de decisión, sin embargo el papel de “pilas” lo llevan los medios, por consecuencia, terminan siendo ellos el control y nosotros… los conejillos de indias y no es hasta cuando cumplen su ciclo de vida que esto termina.
Al no tener una visión critica de los medios en su programación nos atiborran de programas basura , pues saben los “creativos” que si, en efecto, eso vende(Como lo dijo Azcarraga en la conferencia que dio en “Espacio” en la ciudad de Culiacán) “Si mierda quieren mierda tendrán”.
El hombre por naturaleza es un animal, los instintos son los que predominan al momento de escuchar música, observar algún programa o simplemente ir a ver un partido del fútbol. El dejarse llevar resulta ser muy común, OLVIDANDO así que bajo la tutela del nombre “Homo Sapiens” va incluida la palabra “Pensar”.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Cosa que, por supuesto, no hacemos decidida y disciplinadamente.

Triste, pero cierto.

Por eso habrá que esforzarse día a día en dejar atrás los árboles y caminar erectos en lo que quede de vida, como hombres y mujeres inteligentes.

Bien pensado entonces Brenda.

Anónimo dijo...

La televisión es uno de los medios mas esclavizantes, cuando te desprendes de ella, se abre otro mundo real y empiezas haber lo que no dicen y lo que en verdad te rodea. Estos medios solo cumplen “con informar” pero nunca enseñar.
Pero son los primeros que se adjudican la promoción de la cultura, no dejan a un lado sus propios intereses, cuando pase esto es cundo se empezaran a ver resultados, cuando se deje de monopolizar la educación con fines partidarios.
Cuando se forme una unidad y se trabaje en equipo con un fin que sea para la sociedad, es cuando se romperán las cadenas que te atan a la ignorancia.
La política es la novela más divertida que puede haber y la más fraudulenta como hoy en día el PRI que se autodenomina “socialdemócrata” es una ideología del siglo xlx y basada en la ideología del socialismo de buscar el bien común, pero aceptando inversión de quien sea, me pregunto cuando el PRI se ha mortificado por la sociedad nunca. Pero por tener seguidores no importa lo que se tenga que hacer hasta cambiar de ideología.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Finalmente algo nos queda muy claro con la televisión: es la puta de los medios.